En el camino del yoga, descubrimos la sabiduría de la ciclicidad que permea cada fibra de la existencia. Como las estaciones danzan en su eterno ciclo, así también lo hacen nuestras vidas, cuerpos y almas. La ciclicidad en el Yoga es un recordatorio de nuestra capacidad para abrazar el cambio, soltar apegos, y encontrar renovación en cada respiración…

En cada postura, en cada ciclo, encontramos una oportunidad para explorar la belleza infinita de la danza de la vida, porque abrazar la práctica de Yoga nos enseña a sincronizarnos con estos ritmos naturales, tomando conciencia que cada inhalación y exhalación son un recordatorio de la impermanencia natural de todo lo que nos rodea.

A medida que exploramos las asanas, nos convertimos en testigos de la metamorfosis constante, reflejando la cambiante danza de la naturaleza. La flexibilidad del cuerpo se convierte en un reflejo de la adaptabilidad mental, ambos en perfecta armonía con los ciclos que nos rodean.

El yoga, en su esencia, nos invita a fluir con la marea de la vida, reconociendo que cada momento es único y efímero.

En este viaje de autodescubrimiento, encontramos la dicha de estar en sintonía con la pulsación del universo, recordando que, al igual que las estaciones, nuestras vidas están entrelazadas en una danza eterna de ciclos.